Una tragedia. Un accidente inesperado, como son todos los accidentes. Un tren que descarrila, llevando dentro 218 personas, 218 historias que están en marcha; de golpe muchas de esas historias se truncan.
La muerte irrumpe de golpe; siempre prematura, pero hoy más. Al principio hay caos. Ahora, lo necesario es prestar toda la ayuda del mundo. Importa colaborar. Y desde la fe, importa, cuanto menos, compartir una oración por las víctimas:
Y cada día hemos de vivirlo con hondura, con toda la seriedad, la pasión y la urgencia del mundo. Porque cada día importa. Porque no sabemos lo que nos deparará mañana. Por nuestra misma fragilidad. Por el peso de lo inesperado.
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