Hay relatos en los evangelios que, a dos mil años de distancia, saben aún sorprendernos y provocarnos, porque son capaces de hacernos observar la realidad desde una perspectiva inesperada. Las parábolas son relatos de hombres y mujeres como nosotros –padres, hijos, trabajadores– y tienen en Jesús a un narrador de excepción.
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